Hace ya tiempo que la palabra se marchó de casa, viajando de un lugar a otro para aprenderlo todo, para cuestionarlo todo y para beberlo todo.
En ese viaje infinito, aprendió a definirse antes de decidirse a definir ese mundo que tanto amaba. Se preguntó si ser llana, aguda o esdrújula, porque eran las tres posibilidades que el Universo le ofrecía.
Como no encajaba en ningún patrón, tras innumerables intentos por ser uno más de ellos, agotado, se desvió por un camino inhóspito. Era una senda prohibida, una ruta que muchos despreciaban, un camino que le esperaba desde el comienzo …
Hace ya tiempo que la palabra se marchó de casa, viajando de un lugar a otro para aprenderlo todo, para cuestionarlo todo y para beberlo todo.
En ese viaje infinito, aprendió a definirse antes de decidirse a definir ese mundo que tanto amaba. Se preguntó si ser llana, aguda o esdrújula, porque eran las tres posibilidades que el Universo le ofrecía.
Como no encajaba en ningún patrón, tras innumerables intentos por ser uno más de ellos, agotado, se desvió por un camino inhóspito. Era una senda prohibida, una ruta que muchos despreciaban, un camino que le esperaba desde el comienzo del tiempo.
Y al llegar a los límites del Universo, en esa búsqueda de definición y de ser, se reencarnó en ESBRÚJULAS, naciendo de nuevo en algo y en alguien que ella misma desconocía.
Las esbrújulas nacieron sin ningún sentido.
Apuntan a todos los puntos cardinales y a ninguno a la vez.
Señalan la ruta y la distorsionan.
Abren unas puertas y cierran otras
Son preguntas que responden a respuestas que preguntan.
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