¿Somos lo que comemos?
Los problemas del ser y del comer
La comida es
portadora de un mal al que muchos no se pueden resistir. Por angustia, por
placer o por inercia, se entregan a la comida, y nada pueden hacerle al espejo,
la balanza ni toda la información que recibe acerca de lo mal que le hace. Y es
portadora de un mal cuyas supuestas soluciones –las dietas y métodos para
adelgazar, las publicitadas filosofías de la “vida sana”– entran en la misma
lógica y se convierten en nuevos objetos de consumo, cuando no terminan
generando daños aún mayores …
¿Somos lo que comemos?
Los problemas del ser y del comer
La comida es
portadora de un mal al que muchos no se pueden resistir. Por angustia, por
placer o por inercia, se entregan a la comida, y nada pueden hacerle al espejo,
la balanza ni toda la información que recibe acerca de lo mal que le hace. Y es
portadora de un mal cuyas supuestas soluciones –las dietas y métodos para
adelgazar, las publicitadas filosofías de la “vida sana”– entran en la misma
lógica y se convierten en nuevos objetos de consumo, cuando no terminan
generando daños aún mayores en la salud y profundizando el círculo.
La comida es
portadora de un gran mal porque millones de personas, a quienes no les falta de
comer, siguen muriendo en el mundo por intoxicaciones alimentarias crónicas y
agudas. Por diabetes o por síndrome urémico hemolítico. Por cáncer, por
botulismo, por alergias.
Quien busque en estas
páginas la receta para alimentarse correctamente y adquirir una vida sana y sin
riesgos probablemente sienta que se ha equivocado de libro. Para quienes, más
sensatamente, estén en busca del impulso necesario para cambiar de manera
sostenida sus hábitos en torno a la comida, lo más sensato será buscar el apoyo
de un profesional de la nutrición. La intención de este humilde trabajo es
aportar un poco de racionalidad –o de razonabilidad– en medio de esta locura.
La industria agroalimentaria y los medios de
comunicación, probablemente, tienen un peso fundamental en la conformación
social del gusto en nuestra sociedad de masas. Y si una parte importante del
trabajo científico está financiado por los mismos capitales que gobiernan la
industria agroalimentaria, y si el discurso con el que se comunica públicamente
la ciencia se vuelve cada vez más difícil de diferenciar del discurso publicitario,
se conforman alianzas que les otorgan aún mas peso:
La industria alimentaria tiene muchísimo poder,
y en una sociedad que se precia de moderna y democrática no sería un reclamo
legítimo el de tener tanto poder y no querer ser cuestionado.
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