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«Y ahí estaban… La hora de las confesiones, Aria no quería que Anto se hiciera falsas ilusiones de que ahora era su turno, ella no iba a contarle absolutamente nada acerca de ella». Aria y Anto despiertan una mañana en una habitación separados únicamente por un cristal. Pueden verse, pero no tocarse, aunque Aria no tiene ninguna intención de siquiera acercarse al engreído de Anto. A pesar de ser tan distintos tendrán que mantenerse unidos si es que quieren salir de allí y descubrir cómo llegaron a ese lugar y por qué fueron elegidos para formar parte del experimento.
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